Por Eduardo Espeche

Una catástrofe ferroviaria casi olvidada ocurrió en proximidades de Frías, el 16 de enero de 1939, cuando un tren balasto fue arrastrado por las furiosa crecida del río Albigasta, al desmoronarse parte del puente que comunicaba el territorio santiagueño, catamarqueño y tucumano.

 

“La máxima catástrofe ocurrió en enero de 1939, cuando el río arrastró el puente cuando pasaba un tren de empleados ferroviarios y murieron 19 personas”, precisa el médico friense Jorge Ariel Farías, en su libro “Venimos de los trenes”.

 

El autor, radicado en Buenos Aires, recuerda en su libro de 2012 que la actividad ferroviaria era intensa en aquellos años. Por allí confluían trenes de carga y de pasajeros del Ferrocarril Central Córdoba, que acababa de ser adquirido por el estado argentino a capitales británicos en 1938, para conectar Catamarca, Tucumán, Santiago del Estero y Córdoba, con Santa Fe y el puerto de Buenos Aires. En 1948 pasaría a llamarse General Belgrano.

 

El paso clave para ese tráfico era el puente sobre el río Albigasta, que corre al Sur de la ciudad y la separa del territorio catamarqueño, cuyo nombre provendría del aymara y podría traducirse como “el sitio en el que crecen plantas”.

“Antes de los cambios de clima y humedad, que trajeron la construcción de diques en el Este catamarqueño, es muy probable que se pasara del paisaje desolado y salitroso en las inmediaciones de las Salinas Grandes a esta zona dominada por las caprichosas crecidas del río y que sorprende por su fertilidad. El Albigasta baja de las sierras catamarqueñas de Guayamba y se nutre de pequeños afluentes, todos ríos serranos y con regímenes de crecidas dependientes de las lluvias, para ir a perderse en una zona de bañados al Sureste de Frías”, describe Farías.

 

Como todo río serrano es respetado por los pobladores ribereños ante “sus salvajes y temidas crecientes”, que ofrecen un espectáculo. Y agrega que al alcanzar la ciudad su curso se convierte “en gran parte en subterráneo y el lecho queda seco hacia el Este; sólo se ve agua desde los puentes cuando hay grandes crecidas”.  Y precisamente eso es lo que sucedió en enero de 1939.

 

Farías se introduce en el hecho con estilo literario: “Bartolomé Maldonado acaba de despertar y está todo transpirado. El maldito calor apenas lo dejó pegar un ojo y encima le espera todo un día de trabajo en Quirós. Tambalea desnudo hasta la bomba de agua y le da la mano enérgicamente, pidiéndole por favor la dosis de frescor que lo despabile. La bomba generosa le regala una bocanada de agua y Bartolomé deja la cabeza un buen rato bajo el chorro y luego vuelve a bombear. Todavía ni asoma el sol y ya imagina el infierno del día. Retumba de fondo la guitarreada de unos serenateros trasnochados, es pleno enero, y la muchachada estira la farra hasta la salida del sol para recién acostarse fundidos y desmayados hasta el mediodía”.

Directivos del Club Atlético Frías en el monolito recordatorio a orillas del Albigasta.

“Antes de vestirse va hasta la cocina y se toma el mate cocido frío que dejó preparado antes de ir a dormir. Mastica un pedazo de tortilla y espera que Juan pase a buscarlo. Juan, como siempre, putea cuando llega y Bartolomé está ahí en pelotas, pero se ríen mientras éste se viste y caminan hasta los talleres a encontrarse con el resto. Cuando llegan están solos, en minutos viene Gerardo y los tres ponen manos a la obra maldiciendo por el calor que les espera en la máquina y el largo día en Quirós”.

 

Quirós es un pequeño pueblito catamarqueño, a menos de 20 kilómetros de Frías, que en aquellos tiempos comenzó a tener actividad por la construcción de instalaciones del ferrocarril y viviendas para los empleados. Los protagonistas de la tragedia se aprestaban a transportar a una cuadrilla de trabajadores y una carga de balasto (material árido) utilizado para cubrir el espacio entre rieles.

 

“Bartolomé empieza a tirar la leña en la caldera y ve como el fuego empieza a crecer –prosigue Farías-. Juan va llenando el tanque de agua jugando con la boa imaginaria que baja  desde la bomba. Gerardo controla las válvulas y con el aburrimiento acostumbrado termina de revisar el resto de su máquina. Están los tres inmersos en sus cosas cuando ven pasar el tren de las cuatro y media a Córdoba. La gente asoma la cabeza por las ventanas y las puertas debido al calor. Los imaginan desvelados y llenos de polvo”.

 

“Gerardo hace sonar el pito para saludarlos y de paso le hace saber a los obreros que ya está todo listo para que suban y empezar enseguida el camino a Quirós. Salen del taller y encaran por la vía auxiliar rumbo al sur. Miran desde el tren como se dispersan los vendedores de rosquetes, quesillos, comidas y refrescos y están seguros de que se acaba de ir el tren de pasajeros”.

“Esperan el vía libre mientras algunos dormitan en el vagón trasero. El calor se sigue sintiendo en forma. Bartolomé sigue echándole leña al fuego y ya está empapado, palpitando lo que será la jornada. Enero es un pésimo mes para ser foguista se dice. Mientras piensa en el maldito calor va tirando más y más leñas. Juan mide la presión del vapor y Gerardo -ya con la señal baja- encara la ruta a Quirós. El puente cayó matándolos a todos y nadie sabe que hacían o en que pensaban en ese instante”.

 

 

LA TRAGEDIA

Frías despertó al amanecer de ese 16 de enero de 1939 con la  escalofriante noticia de que dos tramos del puente sobre el río Albigasta habían sido arrastrado por las aguas, por lo que el tren balasto había caído en su cauce y sus pasajeros desaparecido.

 

El periodista Librado González Sánchez informó entonces desde Frías a todas las agencias noticiosas del país que el río Albigasta presentaba una crecida desde hacía unos días, por el agua que bajaba de los afluentes serranos por lluvias de El Alto, provincia de Catamarca.

 

«Esta madrugada paso el tren de pasajeros que va a Córdoba y otro carguero, pero momentos después, cuando eran las 5:15 horas, salía rumbo a Quirós -donde se efectúan trabajos de balasto- una locomotora piloteada por Gerardo Asiares, el foguista Bartolomé Maldonado y el vaporista Juan Ávila, conduciendo alrededor de 15 peones. Todos perecieron», sintetizó.

En sus partes remarcó que el tren de pasajeros de Córdoba había pasado a las 4:45 horas de ese día y se produjo la caída del puente a las 5:15, apenas unos minutos después, con lo que por poco la tragedia no fue mayor.

 

«El hecho tiene contornos sensacionales de una verdadera catástrofe y a estas horas el país siente, sin duda, el sentimiento de dolor que conmueve los ánimos”, expresó consternado.

 

El desastre ocupó entonces la primera plana de los diarios locales y repercutió en el país, y a pesar del paso del tiempo aún es recordado por los frienses. El Club Atlético Frías, que perdió a una de sus figuras en el siniestro, señaló en un homenaje reciente: “Es digno de resaltar la unidad de todos los frienses en aquella triste jornada que segó vidas de padres de familia y vecinos ampliamente vinculados al quehacer friense”.

Arsenio Díaz (a la derecha), figura en aquellos años del Club Atlético Frías, junto a un amigo de apellido Freire.

“Entre los desaparecidos estaba Don Arsenio «Burro» Díaz, jugador de la institución en sus inicios. Se atribuye su apodo a que tenía una patada potente: llegó a introducir en la ejecución de un tiro penal a la pelota junto al guardameta en el arco del rival”, rememoró el club “rojinegro”.

 

Atlético Frías exhibe, en una publicación de redes sociales, los recortes periodísticos de la época y también una foto de la comisión directiva al momento de colocar una placa en memoria de su jugador desaparecido, junto a los dirigentes y sus compañeros de equipo. En otra imagen aportada por Ricardo Díaz, nieto de Arsenio, se ve al futbolista junto a un amigo inseparable, de apellido Freire.

 

El monolito a la vera del río que recuerda la tragedia con el tiempo fue olvidado y desapareció entre las malezas, aunque no se salvó del robo de sus placas de bronce.

 

“Hoy podemos observar en la esquina de San Martín y Tucumán, de la plaza Eva Perón, la réplica del monolito que representa parte de la historia trágica de nuestro pueblo y que es bueno recordar para transmitírsela a las próximas generaciones”, sostiene la entidad. Un reconocimiento para reavivar la memoria de aquellos obreros ferroviarios que perecieron en las aguas del Albigasta.

 

Fuentes:

Farías, Jorge Ariel: “Venimos de los Trenes”, 2012.

Club Atlético Frías: reseña en su cuenta de Facebook del 28/05/17.