Por Eduardo Espeche
El 9 de julio de 1972, hace 50 años, Santiago del Estero se estremecía con el primer concierto de música progresiva, organizado por el Grupo SER, que reunía a músicos de distintas bandas que incursionaban en el rock. Se trató de un hecho cultural que marcó un momento bisagra en la provincia.
Carlos Ricardo “Cacho” Gerez, músico y cantante, recuerda a sus 70 años: “En el año 72’ fue un año de explosión –no sólo aquí sino en todo el mundo- de aquella juventud que buscaba nuevos horizontes y procesos de vida. Entonces se trasmitía a través de la música y reuniones con diferentes temáticas, hasta que surgió aquí en Santiago del Estero la idea de hacer un recital de música nacional, progresiva o internacional, que nunca se había hecho y eso quedó plasmado en esta fecha”.
Este concierto no sólo implicó una reunión de músicos, sino la confluencia de un movimiento de jóvenes que demandaban un cambio cultural, en un período histórico mundial que buscaba una ruptura con el orden conservador establecido. Ese mismo año se desató en esta Capital el “Belenazo”, con las protestas estudiantiles contra el “onganiato” para exigir la universidad pública y ya se comenzaban a articular grupos con la convicción de un proceso revolucionario. En forma paralela, el aparato represivo comenzaba a observar con atención esos movimientos en preparación de la represión que se desataría a partir de 1976, contra muchos de esos jóvenes que protagonizaban estas acciones.
En aquel tiempo el epicentro musical giraba en torno a la disquería “El Ojo”, en Independencia 261, donde se congregaban músicos y aficionados del centro y los barrios atraídos por las novedades que comenzaban a llegar, según recuerda Julio Carreras, protagonista en la gestación de esos movimientos culturales. En abril de 1972 se concretaron reuniones matizadas con zappadas musicales en la casa de Lali Alcorta y de Lucky Gómez, en Villa Constantina, donde se gestaría SER, una agrupación espontánea de músicos.
A esos encuentros donde se compartían instrumentos para hacer música e improvisar comenzaron a llegar jóvenes atraídos por la efervescencia, que militaban en la Juventud Peronista o el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Cuenta Carreras que había dos facciones marcadas entre los “hippies” y los militantes políticos.
Así lo recuerda “Cacho” Geréz: “Eso se armó en diversas reuniones en casas particulares para ver qué salía después de todo esto; fue más que nada una improvisación porque no teníamos idea ni tampoco la experiencia de hacer recitales ni había un lugar específico. Se buscó un lugar casi en los suburbios de la capital y se formaron grupos con distintas ideas y tipos de música, pero todos bajo la insignia del rock nacional, que había derivado de bandas de ese tiempo como Iracundos, Gatos Salvajes –con Lito Nebbia-, después apareció (Luis Alberto) Spinetta con Almendra, Aquelarre, Alma y Vida, Vox Di, Pappo”.
“Entonces se plasmó la idea de que las bandas que formamos eran recientes, de gente que se iniciaba, no formadas, sino espontáneas, con músicos que se sumaban y el aporte de instrumentos y equipos de música –rememoró Geréz-. Con gustos musicales se formaban las bandas, se ensayaba para ver cómo salía. Era muy difícil en aquel tiempo porque no era fácil conseguir instrumentos y equipos, por la falta de recursos y porque realmente no había aquí en esta parte de la Argentina gente que tuviera guitarras importadas. Había algunas personas que tenían, pero eran argentinas o italianas, como la marca Fratti, pero Fender o Gibson no había”.
Los organizadores acordaron que el recital debía realizarse en alguno de los barrios capitalinos, no en el centro de la ciudad, para darle un sentido más popular y de cercanía con los muchos adeptos del rock, cada vez más numerosos. Clara Beatriz Ledesma Medina, una estudiante de Ingeniería Forestal, se convirtió en el “hada madrina” de SER, con un entusiasmo contagioso y una capacidad organizativa. El sitio elegido fue la biblioteca Francisco de Aguirre, cerca de la casa de Gómez.
Para ese puntapié inicial se acordó que entre todas las bandas y músicos compartirían el poco o mucho equipamiento que tuviesen y que el festival no tendría un carácter competitivo, sino colaborativo.
Geréz explicó: “Entonces se trató de que lo poco que teníamos lo juntábamos todo y ensayamos más o menos un mes o mes y medio, para ver cómo salía, y al fin nos largamos ciegos y se armó esa fecha del 2 de julio de 1972, y le pusimos el nombre del Primer Recital de Música Progresiva de Santiago del Estero”.
Para difundir estas ideas se decidió editar una revista y afiches que se lograron imprimir de forma clandestina en el mimeógrafo de un banco, donde trabajaba uno de los miembros y que corrió el riesgo de ser despedido.
Geréz rememora que pronto inició la campaña para difundir el festival, en los centros donde se reunían los jóvenes con mayores inquietudes: “Ese tiempo había personajes o músicos que deambulaban por las todas las confiterías o bares y distintos lugares de concentración de músicos. Hablamos, por ejemplo, de Trevi, donde Lino Alfano, el Negro Brun Gauna, Hugo Mansilla, que se llamaba The Zombies, y tocaban música de los Beatles. Luego nos juntábamos en la confitería que estaba en el entrepiso de la galería Lindow, que se llamaba Skorpio, donde ahí toca tocaba Credence (Clearwater Revival), Jethro Tull, Led Zeppelin y ahí se escuchaba música y se bailaba. Pero había gente que le gustaba ese tipo de música. A partir de ahí se plasmó la idea de juntar toda esa música y tocarla en el recital. Y nos largamos”.
EL “BELENAZO”
Mientras avanzaba a toda máquina la organización del festival ocurrió el “Belenazo”, un episodio protagonizado por estudiantes que se congregaron en la plaza Libertad para repudiar el aniversario del golpe de Juan Carlos Onganía, que ya llevaba 6 años en el poder. También exigieron la creación de la universidad pública, laica y gratuita; el derecho a elegir los centros de estudiantes y contra los elevados aranceles que cobraba la Universidad Católica (UCSE).
Esto ocurrió el 28 de junio y desató la represión policial con bastones de goma y gases lacrimógenos contra unos 700 estudiantes que huyeron hasta la plazoleta Diego de Rojas y luego a la San Martín, frente a Casa de Gobierno, precisa Carreras.
Los estudiantes armaron barricadas en Jujuy entre Belgrano y Juárez Celman (hoy Além), para frenar las embestidas policiales, hasta que pidieron desesperados a las religiosas del convento de Belén –donde funcionaba la Facultad de Ciencias Económicas- que les permitieran refugiarse de la represión a mansalva. Las monjas les abrieron las pesadas puertas de roble y una marea humana logró ponerse a salvo, recuerda el escritor. Adentro se realizó una asamblea, con un infiltrado que pronto sería conocido: Juan “Sérpico” Bustamante.
El entonces gobernador de facto Carlos Jensen Viano recibió el desesperado pedido del rector de la UCSE, Francisco Cerro, para que conjurara la revuelta estudiantil y movilizó al ejército con morteros y ametralladoras pesadas alrededor del convento. Integrantes del grupo SER tomaron un altavoz y se pronunciaron a favor de la toma de la facultad, contra Onganía y en conmemoración del reciente “Cordobazo”. Con aerosol pintaron en las paredes del convento el símbolo que los distinguía: el ichtus, el pez que identificaba a los cristianos perseguidos por los romanos en las catacumbas.
Pero su símbolo fue interpretado como una amenaza, ya que al día siguiente el diario El Liberal alertó que “una nueva agrupación subversiva ha aparecido en Santiago: se denomina SER y las fuerzas de seguridad no conocen muy claramente su origen”, explica Carreras.
Con la mediación de Cerro se acordó cerca de las 6 de la mañana que no habría represión, pero todos los jóvenes que protagonizaron la toma serían conducidos hacia la jefatura de policía para ser identificados y puestos en libertad. El episodio generó malestar en parte de SER, que consideraba que no habían consensuado el uso del nombre para acciones políticas.
EL RECITAL
Los últimos acontecimientos políticos llevaron a que el 2 de julio, que amaneció frío y lluvioso, se resolviera postergar una semana el festival, tras una reunión de los organizadores en la biblioteca Aguirre.
Finalmente, el primer encuentro de bandas de música progresiva –como se le llamaba entonces- se pudo concretar el domingo 9 de julio, con un sol a pleno para iluminar esa fiesta popular.
Geréz lo recuerda vívidamente: “Salió una mañana fría de julio y nos juntamos. Realmente el que agrupó mucha gente fue Julio Carreras, que fue uno de los que inició esto, Juancho Navarro, Graciela Bravo –en la casa de ella nos juntábamos-, Laly Alcorta y muchos más que aportamos y ensayábamos. Salió como se pudo, pero salió”.
Pese a que los medios ignoraron esa convocatoria histórica, el festival tuvo un acompañamiento multitudinario. A las 6 de la mañana comenzaron a armar los equipos y cerca de las 10 inició la música. Carreras recuerda que “durante todo aquel día, los grupos desfilaron sobre el escenario, haciendo los temas que habían compuesto y ensayado una y otra vez, sacrificando horas de sus noches varias veces por semana, durante aquellos dos meses transcurridos”.
La cancha pronto se vio colmada y los que no pudieron ingresar se treparon a las tapias y los techos colindantes para seguir las alternativas. El acontecimiento fue registrado en un grabador Sony traído desde EEUU por el ingeniero en sonido Jorge Castro, que se había especializado en ese país.
El periodista “Koli Bader hacía de presentador, y entre conjunto y conjunto, leía proclamas revolucionarias. Ana María Amado, una periodista local que luego de pasar por la TV local había recalado en Canal 13 de Buenos Aires, estaba en Santiago y había venido especialmente a ver el recital”, agrega Julio Carreras.
“Todos los grupos actuaron de un modo formidable. Fue un maravilloso ejemplo de cómo, ‘cuando se toca por amor al arte’, el ser humano se vuelve incansable. La música escuchada aquel día fue algo que jamás se había podido gustar de un modo tan completo en Santiago. Desde la Cofradía de la Flor Solar, pasando por Jimi Hendrix, Joan Báez, Aquelarre, los aportes más novedosos de la música rock se hicieron presentes allí. Se destacaron dos chicas que cantaban muy bien: Graciela Bravo y Elvira Díaz, que entonces era novia del pintor Eduardo Cortés”, señala Carreras.
Geréz añade que “en ese tiempo yo formaba una banda con Ricardo Santillán, un músico eximio en guitarra, bajo y voz, que siempre hacía covers de Credence y The Beatles, que tenía una voz aguda y rasposa como la de John Fogerty; Enrique Gavioli, también un gran guitarrista líder, hoy abogado y con una trayectoria hermosa en la que grabó varios discos y que vive en Córdoba; Pochi Alcorta también es un baterista que era muy joven en aquel tiempo. Formamos la banda Claridad, con la que hacíamos algunos covers de Spinetta y Aquelarre y también algunos temas en coros con The Beatles”, evocó.
“Había músicos –recuerda- como Luky Gómez, de gran trayectoria, Juancho Navarro, Tito Galván -baterista- y hoy todos estos músicos hoy siguen vigentes. El único que falleció fue Ricardo Santillán, hace unos 10 años, y hoy continúa su labor que dejó de herencia su hijo Ariel, un gran bajista y gran persona. Había otras bandas formadas por Laly Alcorta, Severo Galván, Natalio Perduca. También tocaron Los Demonios, que era una banda conformada y de gran trayectoria en Santiago del Estero, con Johny Dellara y Rudy Quiroga, en la voz, y Víctor Acuña –guitarra líder-, Rubén Galván-en guitarra rítmica-, Manolo Trejo -batería-”.
“Julio Carreras fue mentor de todo esto, a quien acompañaron Clarita Ledesma Medina, Elvira Díaz, Graciela Bravo y un grande que hoy sigue vigente y sabe un montón sobre esta historia, Omar “Sapo” Estanciero. (Ángel) Lito Garay, profesor de arte, que escribió en la revista Pelo sobre este acontecimiento y quedó grabada a nivel nacional esa historia que hoy todavía la revivimos, nos juntamos y a veces tocamos las canciones de esa vez. Todos ya setentones, pero recordamos que esa fue una epopeya grande para nosotros porque hicimos el primer recital de Música Progresiva de Santiago del Estero y que se recuerda siempre. Todos los años tratamos de juntarnos para recordar esta fecha que quedó para siempre en nuestra memoria”, finaliza Geréz.
EPÍLOGO
Tras el éxito de ese primer festival, los miembros del SER pagaron los gastos requeridos por la biblioteca y comenzaron a programar el segundo encuentro para septiembre de 1972, en Huaico Hondo. Pero su expansión atrajo a diversas organizaciones que buscaban captar cuadros lúcidos y direccionar el movimiento cultural que alumbraba en la entonces pequeña ciudad provinciana.
Esas tendencias confrontaron, entre los que buscaban una acción política directa y quienes preferían mantener la independencia disgregaron a SER. Se llamó a una asamblea en la que se propuso dar el nombre de “Santiago del Estero Revolucionario”, pero que fracasó por la resistencia de algunos miembros y desencadenó el retiro de algunos.
Aparte, se había generado discordia por “la desaparición de una guitarra eléctrica, la inclinación hacia sustancias alucinógenas de algunos hippies y otras acciones encubiertas”, según recuerda Carreras. Pero el principal motivo era que algunos integrantes respondían a la izquierda y otros mayoritarios a otros partidos, que buscaban bajar instrucciones.
Pero un hecho trágico golpearía al grupo. El 5 de enero de 1973 fallecería Clara Beatriz Ledema Medina, a los 19 años, el alma mater de SER. “Eso y la fragmentación en facciones diversas acabaría por dispersar definitivamente a SER”, sentencia Carreras. Muchos de los músicos de aquel glorioso día seguirían sus carreras en la denominada música masiva y se convertirían en ídolos populares, aunque algunos de ellos nunca renunciarían en su fuero interior al espíritu rebelde de aquel primer llamado a romper con los dictados de una sociedad conservadora.
Fuentes: entrevista a Carlos Ricardo “Cacho” Geréz, proporcionada por su hijo, el documentalista Daniel Geréz. Revista Quipu y libro “Historia del rock en Santiago del Estero”, de Julio Carreras.