La vorágine de las PASO apenas había culminado cuando el candidato a presidente que sacó el mayor caudal de votos, Javier Milei, comenzó a disparar consignas inquietantes.
De repente, en un programa de televisión y con un marcador negro empezó a tachar los organismos estatales que cerraría en su futura potencial presidencia (recordemos que todavía no ganó nada). Al ritmo de las tachaduras, cayó el CONICET y la polémica se instaló.
El candidato Milei tiene una capacidad innata para marcar agenda, pero no quiero referirme a él porque, al fin y al cabo, es un político que quiere ganar unas elecciones y utiliza métodos heterodoxos y disruptivos para lograr su objetivo.
Seguramente si uno dijera que, para curar una pequeña herida en una uña, un médico indicara la amputación del brazo entero, muchos se percatarían de la brutalidad de la idea.
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Esa pequeña herida se puede tratar. Una gran herida también. Solamente en condiciones muy específicas y extremas, se indicaría una mutilación.