Se trata de unos de los crímenes más escalofriantes de las últimas décadas. Un joven tucumano fue condenado en 1966 por asesinar a un prestamista, su esposa y su pequeño hijo, para apoderarse de su recaudación. Fue detenido en Córdoba con una gran suma de dinero y, pese a su confesión inicial, luego negó ser el autor de la masacre. Como es habitual, se tejió otra versión extrajudicial que involucraba a un ilustre santiagueño, pero nunca fue comprobada.